Hoy reflexiono sobre la sociedad en que vivimos. Su organización es demasiado compleja, y tal vez por eso la mayoría de los que la integramos no nos planteamos su funcionamiento de forma crítica. Lo primero que advertimos es que no podemos evitarla, no se nos da la opción de elegir. Desde que nacemos, sea en el lugar que sea, pasamos a formar parte de una u otra forma del entramado social que nos rodea, en todos los ámbitos de la vida.
A lo largo del tiempo, en distintas sociedades de todo el mundo se han producido cambios a través de los cuales alcanzaron el auge, evolucionaron, o entraron en declive y desaparecieron por completo. La sociedad es anterior a nosotros. Su funcionamiento fue regulado y sus reglas se asentaron mucho antes de que llegásemos a ella.
La búsqueda de un modelo de sociedad ideal ha sido perseguido desde hace mucho, con logros en forma de avances sociales, fracasos y enfrentamientos. Una sociedad que abarca inevitablemente tan diferentes estratos sociales difícilmente puede compartir la misma concepción de lo que es bueno o malo, deseable, o necesario. Debido a la variedad de puntos de vista y por su pluralidad, es obligado cuestionarse siempre los verdaderos intereses de quienes definieron la sociedad en que vivimos y los que la dirigen en cada momento.
Precisamente porque el ideal de sociedad para unos, pasa por ser realizable sólo a costa de otros.
En este sentido, llego a la conclusión de que todo el entramado social en el que estamos avocados a pertenecer, ha sido configurado meticulosamente en cada aspecto de manera que sea perpetuado. Esto es en cualquier caso algo evidente, las instituciones como tales tienen como principio básico de su propia definición la autoconservación, su permanencia a través del tiempo como requisito para su funcionamiento. Las instituciones, sean del tipo que sean, como marco de estructuración social, son reacias al cambio y a veces, actúan en su contra.
El hecho de que todas las estructuras sociales se hayan establecido basando su existencia en la reproducción continuada del modelo social vigente no me parece justificable, desde el mismo momento en que discrepo con su idea de sociedad. Cuando no se enjuician los propios fundamentos del sistema que condiciona nuestra vida, difícilmente podemos aspirar a algo mejor.
La democracia con la que definen la sociedad en la que vivo engloba unos principios, unos valores y unos derechos que no logro identificar. Su significado se ha distorsionado y retorcido hasta el punto de haber dejado de tener el mismo sentido. En defensa de sus ideales muchos, muchos lucharon y quedaron en el camino. Pero no creo que fuera éste el legado que ellos quisieron dejarnos. Al menos ellos tuvieron entonces algo en lo que creer.
Impropios son los logros de los que ahora evocan las virtudes de nuestra maltrecha sociedad y de esta falsa democracia.
No me siento identificado, no me siento representado, formo parte sin haber sido informado, y me veo obligado a desenvolverme, competir y producir para una sociedad en la que no creo, no puedo creer. Parece ser imposible nadar en contra de la corriente, mientras observo como a disidentes se les atribuyen conductas consideradas anti-sociales o anti-sistema, que son convenientemente criticadas, aplacadas y criminalizadas. La sociedad cuenta con sus propios medios para autopreservarse y defenderse de un cambio que no interesa a los que más se benefician de su corrupción, y por si fuera poco suelen ser éstos quienes además están a su cargo.
En lo más profundo de mí no puedo evitar sentir que hemos sido engañados, fuimos llevados a este punto sin nuestro conocimiento, sin consentimiento. Decepcionado por ser consciente de que yo también contribuyo, soy partícipe de esta mentira. Frustrado por no encontrar una sola posibilidad de cambiarlo.
Todo ha sido urdido con demasiada antelación, todo predispuesto y premeditado. Y así crecemos marcados por esta organización social, obligados a competir desde la escuela, educados para ser eficientes, productivos, para que un día podamos aspirar a un trabajo mejor pagado, unos días más de vacaciones al año, una televisión más grande, a que el euríbor y la gasolina bajen, que España gane el mundial... Los ideales de esta sociedad "moderna" giran en torno a la dualidad consumo-beneficio. Han reducido nuestra vida a eso y hasta han conseguido que la desigualdad, la injusticia, y tantas otras lacras sociales sean vistas como normales, inevitables, el precio a pagar por el bienestar común.
La realidad es que vivimos siendo esclavos de nuestra supuesta libertad, de nuestra propia forma de vida, y sin siquiera saberlo. Lo hemos aceptado, por asimilación, impuesto por la misma sociedad que dice promulgar la igualdad, los derechos, la educación... Mentiras para acallar conciencias. Mentiras que se suman a aquéllas con las que nosotros mismos tratamos de engañarnos.
El bipartidismo es promovido por todos los medios de comunicación, obviando a otros partidos políticos en los debates televisados. Siendo la piedra angular de esta democracia el derecho a voto cada 4 años, me parece aún más evidente la manipulación a la que somos sometidos constantemente desde todos los frentes.
Hace tiempo que dejé de ir a manifestaciones. Fue cuando empecé a ser consciente de su uso como instrumento político por parte de partidos en busca del voto o la foto. Fue cuando entendí que también forman parte de toda la organización social y que, como elemento de la misma, está conformada para soportar su impacto, disiparlo y asimilarlo. Esto se hizo evidente en más de una ocasión, cuando incluso cuando salimos a la calle como un todo, el mensaje fue ignorado. Nuestra voz se apaga demasiado rápido y nuestra indignación se olvida con el tiempo.
Pienso firmemente que un verdadero cambio de rumbo, pasa por crear una conciencia social "activa", que no se limite a comprender los acontecimientos sino que se comprometa a actuar por el cambio. La pasividad y el conformismo nos hace cómplices y a ese fin está dispuesta la sociedad actual. Los grandes cambios sociales suelen estar ligados a períodos convulsos en los que el conjunto de la sociedad se rebela en defensa de un ideal, un fin común. Los grandes cambios sociales no parten de la armonía entre opresores y oprimidos, sino que surgen de la insurgencia y la rebelión provocada por sus diferencias. Ojalá supiera y pudiera aportar algo más en esa causa.
Quiero creer que el verdadero cambio es posible si se reunen las condiciones que causen la primera chispa. Yo sólo espero que pueda propagarse y llegue a ser la llama que ilumine el camino hacia una sociedad mejor.
A lo largo del tiempo, en distintas sociedades de todo el mundo se han producido cambios a través de los cuales alcanzaron el auge, evolucionaron, o entraron en declive y desaparecieron por completo. La sociedad es anterior a nosotros. Su funcionamiento fue regulado y sus reglas se asentaron mucho antes de que llegásemos a ella.
La búsqueda de un modelo de sociedad ideal ha sido perseguido desde hace mucho, con logros en forma de avances sociales, fracasos y enfrentamientos. Una sociedad que abarca inevitablemente tan diferentes estratos sociales difícilmente puede compartir la misma concepción de lo que es bueno o malo, deseable, o necesario. Debido a la variedad de puntos de vista y por su pluralidad, es obligado cuestionarse siempre los verdaderos intereses de quienes definieron la sociedad en que vivimos y los que la dirigen en cada momento.
Precisamente porque el ideal de sociedad para unos, pasa por ser realizable sólo a costa de otros.
En este sentido, llego a la conclusión de que todo el entramado social en el que estamos avocados a pertenecer, ha sido configurado meticulosamente en cada aspecto de manera que sea perpetuado. Esto es en cualquier caso algo evidente, las instituciones como tales tienen como principio básico de su propia definición la autoconservación, su permanencia a través del tiempo como requisito para su funcionamiento. Las instituciones, sean del tipo que sean, como marco de estructuración social, son reacias al cambio y a veces, actúan en su contra.
El hecho de que todas las estructuras sociales se hayan establecido basando su existencia en la reproducción continuada del modelo social vigente no me parece justificable, desde el mismo momento en que discrepo con su idea de sociedad. Cuando no se enjuician los propios fundamentos del sistema que condiciona nuestra vida, difícilmente podemos aspirar a algo mejor.
La democracia con la que definen la sociedad en la que vivo engloba unos principios, unos valores y unos derechos que no logro identificar. Su significado se ha distorsionado y retorcido hasta el punto de haber dejado de tener el mismo sentido. En defensa de sus ideales muchos, muchos lucharon y quedaron en el camino. Pero no creo que fuera éste el legado que ellos quisieron dejarnos. Al menos ellos tuvieron entonces algo en lo que creer.
Impropios son los logros de los que ahora evocan las virtudes de nuestra maltrecha sociedad y de esta falsa democracia.
No me siento identificado, no me siento representado, formo parte sin haber sido informado, y me veo obligado a desenvolverme, competir y producir para una sociedad en la que no creo, no puedo creer. Parece ser imposible nadar en contra de la corriente, mientras observo como a disidentes se les atribuyen conductas consideradas anti-sociales o anti-sistema, que son convenientemente criticadas, aplacadas y criminalizadas. La sociedad cuenta con sus propios medios para autopreservarse y defenderse de un cambio que no interesa a los que más se benefician de su corrupción, y por si fuera poco suelen ser éstos quienes además están a su cargo.
En lo más profundo de mí no puedo evitar sentir que hemos sido engañados, fuimos llevados a este punto sin nuestro conocimiento, sin consentimiento. Decepcionado por ser consciente de que yo también contribuyo, soy partícipe de esta mentira. Frustrado por no encontrar una sola posibilidad de cambiarlo.
Todo ha sido urdido con demasiada antelación, todo predispuesto y premeditado. Y así crecemos marcados por esta organización social, obligados a competir desde la escuela, educados para ser eficientes, productivos, para que un día podamos aspirar a un trabajo mejor pagado, unos días más de vacaciones al año, una televisión más grande, a que el euríbor y la gasolina bajen, que España gane el mundial... Los ideales de esta sociedad "moderna" giran en torno a la dualidad consumo-beneficio. Han reducido nuestra vida a eso y hasta han conseguido que la desigualdad, la injusticia, y tantas otras lacras sociales sean vistas como normales, inevitables, el precio a pagar por el bienestar común.
La realidad es que vivimos siendo esclavos de nuestra supuesta libertad, de nuestra propia forma de vida, y sin siquiera saberlo. Lo hemos aceptado, por asimilación, impuesto por la misma sociedad que dice promulgar la igualdad, los derechos, la educación... Mentiras para acallar conciencias. Mentiras que se suman a aquéllas con las que nosotros mismos tratamos de engañarnos.
El bipartidismo es promovido por todos los medios de comunicación, obviando a otros partidos políticos en los debates televisados. Siendo la piedra angular de esta democracia el derecho a voto cada 4 años, me parece aún más evidente la manipulación a la que somos sometidos constantemente desde todos los frentes.
Hace tiempo que dejé de ir a manifestaciones. Fue cuando empecé a ser consciente de su uso como instrumento político por parte de partidos en busca del voto o la foto. Fue cuando entendí que también forman parte de toda la organización social y que, como elemento de la misma, está conformada para soportar su impacto, disiparlo y asimilarlo. Esto se hizo evidente en más de una ocasión, cuando incluso cuando salimos a la calle como un todo, el mensaje fue ignorado. Nuestra voz se apaga demasiado rápido y nuestra indignación se olvida con el tiempo.
Pienso firmemente que un verdadero cambio de rumbo, pasa por crear una conciencia social "activa", que no se limite a comprender los acontecimientos sino que se comprometa a actuar por el cambio. La pasividad y el conformismo nos hace cómplices y a ese fin está dispuesta la sociedad actual. Los grandes cambios sociales suelen estar ligados a períodos convulsos en los que el conjunto de la sociedad se rebela en defensa de un ideal, un fin común. Los grandes cambios sociales no parten de la armonía entre opresores y oprimidos, sino que surgen de la insurgencia y la rebelión provocada por sus diferencias. Ojalá supiera y pudiera aportar algo más en esa causa.
Quiero creer que el verdadero cambio es posible si se reunen las condiciones que causen la primera chispa. Yo sólo espero que pueda propagarse y llegue a ser la llama que ilumine el camino hacia una sociedad mejor.
"No existe la libertad, sino la búsqueda de la libertad, y esa búsqueda es la que nos hace libres"