Sunday, March 29, 2009

Una sociedad mejor

Hoy reflexiono sobre la sociedad en que vivimos. Su organización es demasiado compleja, y tal vez por eso la mayoría de los que la integramos no nos planteamos su funcionamiento de forma crítica. Lo primero que advertimos es que no podemos evitarla, no se nos da la opción de elegir. Desde que nacemos, sea en el lugar que sea, pasamos a formar parte de una u otra forma del entramado social que nos rodea, en todos los ámbitos de la vida.

A lo largo del tiempo, en distintas sociedades de todo el mundo se han producido cambios a través de los cuales alcanzaron el auge, evolucionaron, o entraron en declive y desaparecieron por completo. La sociedad es anterior a nosotros. Su funcionamiento fue regulado y sus reglas se asentaron mucho antes de que llegásemos a ella.

La búsqueda de un modelo de sociedad ideal ha sido perseguido desde hace mucho, con logros en forma de avances sociales, fracasos y enfrentamientos. Una sociedad que abarca inevitablemente tan diferentes estratos sociales difícilmente puede compartir la misma concepción de lo que es bueno o malo, deseable, o necesario. Debido a la variedad de puntos de vista y por su pluralidad, es obligado cuestionarse siempre los verdaderos intereses de quienes definieron la sociedad en que vivimos y los que la dirigen en cada momento.
Precisamente porque el ideal de sociedad para unos, pasa por ser realizable sólo a costa de otros.

En este sentido, llego a la conclusión de que todo el entramado social en el que estamos avocados a pertenecer, ha sido configurado meticulosamente en cada aspecto de manera que sea perpetuado. Esto es en cualquier caso algo evidente, las instituciones como tales tienen como principio básico de su propia definición la autoconservación, su permanencia a través del tiempo como requisito para su funcionamiento. Las instituciones, sean del tipo que sean, como marco de estructuración social, son reacias al cambio y a veces, actúan en su contra.
El hecho de que todas las estructuras sociales se hayan establecido basando su existencia en la reproducción continuada del modelo social vigente no me parece justificable, desde el mismo momento en que discrepo con su idea de sociedad. Cuando no se enjuician los propios fundamentos del sistema que condiciona nuestra vida, difícilmente podemos aspirar a algo mejor.

La democracia con la que definen la sociedad en la que vivo engloba unos principios, unos valores y unos derechos que no logro identificar. Su significado se ha distorsionado y retorcido hasta el punto de haber dejado de tener el mismo sentido. En defensa de sus ideales muchos, muchos lucharon y quedaron en el camino. Pero no creo que fuera éste el legado que ellos quisieron dejarnos. Al menos ellos tuvieron entonces algo en lo que creer.
Impropios son los logros de los que ahora evocan las virtudes de nuestra maltrecha sociedad y de esta falsa democracia.

No me siento identificado, no me siento representado, formo parte sin haber sido informado, y me veo obligado a desenvolverme, competir y producir para una sociedad en la que no creo, no puedo creer. Parece ser imposible nadar en contra de la corriente, mientras observo como a disidentes se les atribuyen conductas consideradas anti-sociales o anti-sistema, que son convenientemente criticadas, aplacadas y criminalizadas. La sociedad cuenta con sus propios medios para autopreservarse y defenderse de un cambio que no interesa a los que más se benefician de su corrupción, y por si fuera poco suelen ser éstos quienes además están a su cargo.

En lo más profundo de mí no puedo evitar sentir que hemos sido engañados, fuimos llevados a este punto sin nuestro conocimiento, sin consentimiento. Decepcionado por ser consciente de que yo también contribuyo, soy partícipe de esta mentira. Frustrado por no encontrar una sola posibilidad de cambiarlo.

Todo ha sido urdido con demasiada antelación, todo predispuesto y premeditado. Y así crecemos marcados por esta organización social, obligados a competir desde la escuela, educados para ser eficientes, productivos, para que un día podamos aspirar a un trabajo mejor pagado, unos días más de vacaciones al año, una televisión más grande, a que el euríbor y la gasolina bajen, que España gane el mundial... Los ideales de esta sociedad "moderna" giran en torno a la dualidad consumo-beneficio. Han reducido nuestra vida a eso y hasta han conseguido que la desigualdad, la injusticia, y tantas otras lacras sociales sean vistas como normales, inevitables, el precio a pagar por el bienestar común.
La realidad es que vivimos siendo esclavos de nuestra supuesta libertad, de nuestra propia forma de vida, y sin siquiera saberlo. Lo hemos aceptado, por asimilación, impuesto por la misma sociedad que dice promulgar la igualdad, los derechos, la educación... Mentiras para acallar conciencias. Mentiras que se suman a aquéllas con las que nosotros mismos tratamos de engañarnos.

El bipartidismo es promovido por todos los medios de comunicación, obviando a otros partidos políticos en los debates televisados. Siendo la piedra angular de esta democracia el derecho a voto cada 4 años, me parece aún más evidente la manipulación a la que somos sometidos constantemente desde todos los frentes.

Hace tiempo que dejé de ir a manifestaciones. Fue cuando empecé a ser consciente de su uso como instrumento político por parte de partidos en busca del voto o la foto. Fue cuando entendí que también forman parte de toda la organización social y que, como elemento de la misma, está conformada para soportar su impacto, disiparlo y asimilarlo. Esto se hizo evidente en más de una ocasión, cuando incluso cuando salimos a la calle como un todo, el mensaje fue ignorado. Nuestra voz se apaga demasiado rápido y nuestra indignación se olvida con el tiempo.

Pienso firmemente que un verdadero cambio de rumbo, pasa por crear una conciencia social "activa", que no se limite a comprender los acontecimientos sino que se comprometa a actuar por el cambio. La pasividad y el conformismo nos hace cómplices y a ese fin está dispuesta la sociedad actual. Los grandes cambios sociales suelen estar ligados a períodos convulsos en los que el conjunto de la sociedad se rebela en defensa de un ideal, un fin común. Los grandes cambios sociales no parten de la armonía entre opresores y oprimidos, sino que surgen de la insurgencia y la rebelión provocada por sus diferencias. Ojalá supiera y pudiera aportar algo más en esa causa.

Quiero creer que el verdadero cambio es posible si se reunen las condiciones que causen la primera chispa. Yo sólo espero que pueda propagarse y llegue a ser la llama que ilumine el camino hacia una sociedad mejor.

"No existe la libertad, sino la búsqueda de la libertad, y esa búsqueda es la que nos hace libres"

Saturday, March 21, 2009

Reflejos


A veces siento que hay un muro invisible entre nosotros. Algo que nos mantiene alejados al uno del otro, aunque estés a mi lado. Como si la distancia que nos separa creciese poco a poco hasta parecer insalvable, como si a pesar de cada intento por cambiarlo fuera creciendo, haciéndose aún mayor.

Nunca el silencio envolvió tantas palabras, ni tantos pensamientos contenidos. Fuímos acallando sentimientos, y sepultados, con el tiempo llenaron ese espacio entre los dos. Perdidos en un vacío interminable que ahonda en la herida y la hace más profunda.

Una vez compartimos inquietudes, promesas y sueños. Entonces creímos en ellos, y la voluntad de hacerlos realidad estuvo por encima de todo lo demás. Cuando bastaba una mirada o un gesto para leer en nuestro interior. Cuando pensamos que nunca acabaría, que nada podría llegar a separarnos a pesar de las dificultades.
Me pregunto en qué momento nuestros caminos cruzaron el umbral y se alejaron hasta acabar siendo tan distintos, cómo pudimos cambiar tanto.

Te miro y busco en tus ojos una señal, algo que me haga saber que sigues siendo la misma persona que antaño me inspiró y me lo dio todo. Aquella que significaba todo para mi.
Pero a través de este muro no consigo ver más que el reflejo de lo que fuímos, la imagen borrosa de lo que hubiéramos podido ser.

Las conversaciones se tornaron discusiones y las sonrisas, lágrimas. La incomprensión es otra forma de soledad que nos lleva a encerrarnos en nosotros mismos. Aprendí a aparentar mientras guardaba para mí la frustración de quien dejó de sentirse amada.

El dolor que cala el alma no cura con el paso de los años, tan sólo se alarga. Ahora intento salir adelante con lo que queda entero de mí misma, pero no encuentro las fuerzas ni a veces, la voluntad. Vivo a través de recuerdos de otros días en los que fuí feliz, que sin mi permiso se mezclan con aquellos que nunca conseguí llegar a olvidar. Y aunque me aferro a los que quiero y por ellos sigo, cuando nadie me ve no puedo evitar sentir que al final de mi vida, dentro de mí estoy en ruinas, sóla y perdida en este mundo.

Dedicado a mi madre, de quien he heredado mi capacidad para expresarme a pesar de no contar con su enorme sensibilidad. Es gracias a ella que puedo identificar todas esas emociones, que siento como mías e intento comprender al meterme en su piel, aunque se bien que difícilmente pueden describir todo lo que se lleva dentro de uno mismo. En esos renglones hay plasmados muchos más sentimientos que los que se pueden advertir a simple vista.

Para mi siempre fuísteis la noche y el día, dos formas de ser y de entender la vida practicamente opuestas. Quien siente profundamente y quien no encuentra la forma de demostrar lo que siente. Os doy las gracias a los dos por hacerme como soy.

Que en los peores momentos seamos capaces de recordar todo aquello que nos une, por encima de nuestras diferencias, de lo que nos separa. Que yo sepa escucharte y comprenderte siempre y no cometa los mismos fallos de los que me precedieron. Que pueda en cambio hacer mías sus virtudes y valorar cada instante que compartimos.

Que la distancia entre los dos cuando esté contigo nunca sea mayor que la que ahora nos separa, ni llegues a sentirte sóla estando junto a mi. Que un día al volver la vista atrás puedas sentirte orgullosa de mi y feliz por las decisiones que tomaste y la vida que tuvimos.

Que yo sepa, en mi vida, ser la persona que tú esperas de mi y no sólo un reflejo de mi mismo, de lo que pude ser, o del que fui.

Sunday, March 1, 2009

El sentido de la vida




Desde la recepción de una residencia de ancianos, observo el trascurrir de los días a través de las grandes cristaleras de la entrada. Demasiados atardeceres reflejados en las paredes de estos muros, donde casi un centenar de personas esperan a su vez, conscientes o no, el ocaso de sus vidas.

Al fijarme en ellos no puedo evitar preguntarme por las circunstancias que les llevaron a esa situación y el camino que recorrieron hasta llegar aquí, la dolencia que no consigo advertir en algunos de ellos al conversar, en su comportamiento o al mirarles a los ojos. Son en la mayoría ojos tristes; los hay ajenos al mundo que les rodea, pensativos, agradecidos, melancólicos... Miradas que hablan sin palabras. Veo en ellos el paso implacable del tiempo, que desgasta todo a su paso y siento pena.

Una monótona espera hasta el día en que les llegue la hora y dejen una existencia que tal vez, después de todo, a algunos no les valiera la pena soportar. Pienso en el inmenso vacío de vivir sin un motivo, sin una meta, cuando en la memoria ya sólo queden retales de un pasado lejano. Cuando ni tan siquiera es seguro el consuelo de poder sumirse en el recuerdo de una época mejor... Imagino el aplomo de la rutina. La apatía del que nada tiene y nada quiere, de quien ya no espera nada más de la vida.

Se trata al fin y al cabo de una gran sala de espera, organizada y acondicionada. La antesala de una muerte que a veces llega sin avisar y no atiende a razones. Un lugar en el que el pensamiento no puede hacer sentirse más libres a los que ya hace mucho se les nubló el juicio. Parece como si con el tiempo la voluntad se quebrase inevitablemente y todo dejara de importar.
Desde este lado, me encuentro con la soledad de quien se sabe abandonado, o de aquel que en su demencia no es consciente de su propia soledad.

Y entonces siento miedo.

Miedo a que nadie me espere. A no ser necesario para nadie. Miedo a no conocer mi propia realidad, a que llegue un día en que deje de ser el dueño de mi vida, ser ajeno a ésta. Siento miedo a no ser recordado, o a no poder recordar.

En cada momento estudio las emociones que observo a mi alrededor intentando sacar una enseñanza que pueda aplicar a mí mismo. Los rostros de la diversidad del alma humana se hacen aquí más visibles, los renglones torcidos de Dios. Me veo reflejado en ellos, intentando adivinar los pensamientos que se esconden tras cada mirada perdida.
A veces cuesta creer al mirarles que todos tienen una historia tras de sí, que todos intentaron un día ser felices, tuvieron una vida por delante, una familia que cuidar o que cuidó de ellos alguna vez. Juzgamos a las personas por lo que vemos a simple vista sin advertir que en realidad somos todo lo que nos pasó en la vida, desde que nacimos.

Soy egoísta y muchas veces olvido los motivos que tengo para estar agradecido. Demasiadas veces ocupo mis pensamientos con trivialidades y preocupaciones vanales, cuando en realidad tengo tantas razones para ser feliz que dejo de pensar en ellas.
Y nunca me lo había planteado de esta forma hasta llegar a este lugar, hasta que a través de las vidas ajenas que aquí encontré aprendí a valorar más el día a día, y todas las cosas que normalmente asumo y paso por alto por costumbre o por creer que siempre estarán ahí.
Ellos me enseñaron sin saberlo a entender que al final de este viaje, sólo los pequeños detalles dan verdadero sentido a la vida. Que las cosas que ahora nos preocupan tanto pueden no significar nada el día de mañana. Que el tiempo es relativo, y sólo nos damos cuenta de lo rápido que pasa ante nuestros ojos cuando se nos agota y ya nada podemos cambiar. Desde aquí quiero mostrarles mi gratitud.

Quiero apreciar desde hoy cada momento y recordar a aquellos por los que merece la pena cada esfuerzo y me dan un motivo, una razón de ser. La inspiración en los peores momentos. Porque al final, sólo a través de ellos la vida sigue teniendo sentido.
Hoy me siento afortunado, también, por haber conocido de tu mano el amor y por tenerte a ti a mi lado, la que siempre vio lo mejor de mi y me hizo querer ser mejor persona.
Por todo lo que sólo tú sabes darme, gracias.