Sunday, March 1, 2009

El sentido de la vida




Desde la recepción de una residencia de ancianos, observo el trascurrir de los días a través de las grandes cristaleras de la entrada. Demasiados atardeceres reflejados en las paredes de estos muros, donde casi un centenar de personas esperan a su vez, conscientes o no, el ocaso de sus vidas.

Al fijarme en ellos no puedo evitar preguntarme por las circunstancias que les llevaron a esa situación y el camino que recorrieron hasta llegar aquí, la dolencia que no consigo advertir en algunos de ellos al conversar, en su comportamiento o al mirarles a los ojos. Son en la mayoría ojos tristes; los hay ajenos al mundo que les rodea, pensativos, agradecidos, melancólicos... Miradas que hablan sin palabras. Veo en ellos el paso implacable del tiempo, que desgasta todo a su paso y siento pena.

Una monótona espera hasta el día en que les llegue la hora y dejen una existencia que tal vez, después de todo, a algunos no les valiera la pena soportar. Pienso en el inmenso vacío de vivir sin un motivo, sin una meta, cuando en la memoria ya sólo queden retales de un pasado lejano. Cuando ni tan siquiera es seguro el consuelo de poder sumirse en el recuerdo de una época mejor... Imagino el aplomo de la rutina. La apatía del que nada tiene y nada quiere, de quien ya no espera nada más de la vida.

Se trata al fin y al cabo de una gran sala de espera, organizada y acondicionada. La antesala de una muerte que a veces llega sin avisar y no atiende a razones. Un lugar en el que el pensamiento no puede hacer sentirse más libres a los que ya hace mucho se les nubló el juicio. Parece como si con el tiempo la voluntad se quebrase inevitablemente y todo dejara de importar.
Desde este lado, me encuentro con la soledad de quien se sabe abandonado, o de aquel que en su demencia no es consciente de su propia soledad.

Y entonces siento miedo.

Miedo a que nadie me espere. A no ser necesario para nadie. Miedo a no conocer mi propia realidad, a que llegue un día en que deje de ser el dueño de mi vida, ser ajeno a ésta. Siento miedo a no ser recordado, o a no poder recordar.

En cada momento estudio las emociones que observo a mi alrededor intentando sacar una enseñanza que pueda aplicar a mí mismo. Los rostros de la diversidad del alma humana se hacen aquí más visibles, los renglones torcidos de Dios. Me veo reflejado en ellos, intentando adivinar los pensamientos que se esconden tras cada mirada perdida.
A veces cuesta creer al mirarles que todos tienen una historia tras de sí, que todos intentaron un día ser felices, tuvieron una vida por delante, una familia que cuidar o que cuidó de ellos alguna vez. Juzgamos a las personas por lo que vemos a simple vista sin advertir que en realidad somos todo lo que nos pasó en la vida, desde que nacimos.

Soy egoísta y muchas veces olvido los motivos que tengo para estar agradecido. Demasiadas veces ocupo mis pensamientos con trivialidades y preocupaciones vanales, cuando en realidad tengo tantas razones para ser feliz que dejo de pensar en ellas.
Y nunca me lo había planteado de esta forma hasta llegar a este lugar, hasta que a través de las vidas ajenas que aquí encontré aprendí a valorar más el día a día, y todas las cosas que normalmente asumo y paso por alto por costumbre o por creer que siempre estarán ahí.
Ellos me enseñaron sin saberlo a entender que al final de este viaje, sólo los pequeños detalles dan verdadero sentido a la vida. Que las cosas que ahora nos preocupan tanto pueden no significar nada el día de mañana. Que el tiempo es relativo, y sólo nos damos cuenta de lo rápido que pasa ante nuestros ojos cuando se nos agota y ya nada podemos cambiar. Desde aquí quiero mostrarles mi gratitud.

Quiero apreciar desde hoy cada momento y recordar a aquellos por los que merece la pena cada esfuerzo y me dan un motivo, una razón de ser. La inspiración en los peores momentos. Porque al final, sólo a través de ellos la vida sigue teniendo sentido.
Hoy me siento afortunado, también, por haber conocido de tu mano el amor y por tenerte a ti a mi lado, la que siempre vio lo mejor de mi y me hizo querer ser mejor persona.
Por todo lo que sólo tú sabes darme, gracias.